La institucionalización del absurdo
Sin lugar a dudas institucionalizar el aborto es un absurdo.
Y digo institucionalizar, porque no es meramente “legalizarlo”, sino convertirlo en parte de la organización social.
Y en eso, precisamente, consiste el absurdo, en institucionalizar social
y legalmente un acto que no re-crea sociedad, antes bien, la disuelve.
Y la disuelve no sólo en lo material, en lo físico, por la ausencia de la nueva persona, sino en lo ético, pues la ética utilitarista es utilizada y tiene sentido para las cosas, los objetos, y no los seres humanos.
La ética utilitarista aplicada a la sociedad, disuelve el sentido mismo por el que nos reunimos en sociedad: vivir interactuando constructivamente unos con otros.
Y el absurdo ocurre por negarse a ir más allá, más allá en la resolución de una problemática.
No se resuelve una problemática negando su existencia, porque esto es lo que se institucionaliza, “poner debajo de la alfombra” aquello que no quiero ver, tirando, en este caso, al nuevo ser social que se ha gestado, a quién sabe qué lugar.
Se dijo hipócritas, y con razón, a quienes practican y a su vez niegan la realidad del aborto, pero “resolverlo” institucionalizando la negación, es institucionalizar la hipocresía.
Porque si la hipocresía es negar la existencia del aborto, dejar de ser hipócritas significa no negar a ése nuevo ser vivo la vida, y no en cambio, “hipocresía para todos”.
Sin lugar a dudas, institucionalizar el aborto, es un absurdo.
Prof. de Historia: Eduardo Vidal
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